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Dos botas completamente manchadas de barro.
Efectos de la DANA en España. CMG_IG/Shutterstock

La selección: lecciones de vida que nos da la DANA

Hay momentos en los que no podemos creer lo que está pasando. No queremos creerlo. A veces pasa que, además, necesitamos sobreponernos rápidamente a nuestro estupor horrorizado para actuar y salvar la vida. Es la situación que han vivido nuestros vecinos afectados por la DANA en Valencia, Andalucía y Castilla la Mancha.

El escenario catastrófico ha sido una prueba de cómo los momentos de desastres y crisis sociales sacan lo peor y lo mejor de las personas. El mundo está lleno de gente buena deseando ayudar al prójimo… con unos guantes de fregar y un cepillo en la mano. Son momentos como este en los que se demuestra con contundencia la fuerza de la sociedad civil. Y que, a la hora de la verdad, ante la respuesta torpe de las administraciones y del sector privado, “solo el pueblo salva al pueblo”. Aunque las aguas revueltas también son refugio de tiburones, como aquellos que han aprovechan la tragedia para crear miedo y confusión con bulos en las redes sociales.

Más allá de los daños materiales y las pérdidas de vidas, son necesarias actuaciones de respuesta desde la salud pública. Los supervivientes se enfrentan a un duelo comunitario que sanar, en el que, como siempre, niños y ancianos se llevan la peor parte. Necesitamos dar confianza y seguridad a los primeros, y hacer sentir útiles a los segundos.

Dicen los psicólogos que una de las claves para superar una experiencia traumática es entender lo que ha pasado, en este caso, cuáles fueron los factores humanos y ambientales que hicieron que esta DANA fuera tan destructiva. Lo necesitamos los adultos, pero también tenemos que explicárselo a los menores que la han vivido.

Otro pilar de la reconstrucción humana pasa por encontrarle un sentido a la vida para seguir adelante, lograr que lo ocurrido se convierta en una lección aprendida. Además de entender por qué fue un desastre evitable, es urgente pensar en cómo mejorar la gestión del riesgo en las zonas afectadas para que no se repita una catástrofe y, desde las Administraciones, prestar atención a los avisos meteorológicos a la hora de dar adecuadas alertas de riesgo.